sábado, 10 de septiembre de 2011

Nuevamente aguardaba por ese atardecer que parecía nunca llegar. Hallé la mirada perdida en el crudo horizonte mientras mis manos se acariciaban.
Temblorosa, decidí quitarle vida al tiempo. Cerrando los ojos con fuerza y casi suspirando, invité a mi amante a presenciar aquella irritable espera.
En un principio, hundidos en un profundo silencio... Luego, ligeramente el viento me arrimo a él.
Dibujaba una amplia sonrisa en su rostro y la oscura mirada penetrante insinuaba sumergirse en las profundidades de mis pensamientos.
Dejé que me atravesara el vestido con sus manos: El tacto era certero, íntimo y preciso y ya había tajado muchos otros corazones. Su toque frío acabó en el desgaste de mi pecho... abriéndome lentamente la piel, arrastrando filosas yemas por la carne ansiosa, dando paso a un río de lágrimas rojas.
En el centro, el frágil órgano -una bomba hidráulica averiada hacía tanto- que inútilmente intentaba guiar esas aguas finitas.
Así, mi acompañante realizó un intercambio. Recostó mi cuerpo y lo abandonó pálido; utilizando su esencia para pintar de sangrienta escarlata el firmamento... llevándose consigo otra alma en pena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario