sábado, 27 de octubre de 2012

el placer de ser títere

Los hechos eran claros: creía que tenía al mundo a sus pies con esa danza impecable y diálogos de primera calidad. Las luces volvían rojo su rostro, la música excitaba su cuerpo y los aplausos continuos, señal de aprobación, eran en realidad lo único que lo hacía confiar en sí mismo.
Lo que no sabía era que, como cualquier público, al poco tiempo se iría tornando insatisfecho y exigirían nuevas piruetas y actos de fantasía.
Poco a poco las ideas fueron desapareciendo y, ante la negativa, los pasos cambiaron. Ya no bailaba por sí mismo; en cambio hacía lo que la gente esperaba ver.
Así, mientras ovaciones y festejos se alzaban en la sala, hilos invisibles comenzaron a removerle el esqueleto que, función tras función, resultó en un cuerpo de madera que ya no tenía voz propia.

martes, 25 de septiembre de 2012

abstracto

El sueño de un panorama extraño; una carpeta de diferentes tonos de marrón adornaba el suelo y la tela blanca rodeaba a la esfera brillante. Parecía obra de milagro que todavía se entonaran fragmentos de canciones. El pasado fugitivo apresaba y gran parte del lenguaje había quedado perdido en el ayer lejano.
A pesar de que la luna reinara el horizonte, el día ya no se distinguía de la noche. Los ojos miraban con detenimiento los alrededores repletos de objetos consumidos que alguna vez debieron ser árboles. Escasa era la fuerza que había para hacer lo que siempre: La observación a través del enorme vidrio y súplicas de perdón por algo no recordado. Los músculos estaban conectados a una serie de cables. A veces los brazos intentaban elevarse, débiles por la falta de movimiento.
Pasadas las horas, o días, quién sabe, algo arrebató el suelo. Un golpe por detrás. Las agujas conectadas en la piel se esparcieron por el lugar. La risa de una mujer y el arrebato al escuchar señales de algo que le resultaba familiar e incluso propio. Los pies quisieron levantarse aunque al no haber suministros que lavaran la sangre, cayeron; las piernas y manos temblaron como nunca antes mientras los ojos se retorcían… inconsciencia.
La sensación de un peligro oculto y cada vez más cercano influía sobre los pasos, desgastados por la arena añejada. En una de las esquinas estaba el reflejo lluvioso de puntos grises, con ruidos que podrían haber resultado inquietantes si no fuera por tanta inoperancia que había desembocado en el desinterés por todas las cosas existentes.
Algo distinto pudo divisarse… una luz anaranjada. Palabras intentaban pronunciarse para llamar a la figura extraña. La vista acabó en gritos y su eco. Lo que había sido excitante ahora se había convertido en temor, la oscuridad presionaba la sangre, el silencio era desgarrador y lágrimas escapaban de los ojos que aceptaban lo que veían porque estaban esperando despertar. Hubo un murmullo que transportó aquel destino prófugo hacia una noche anterior, perdida en los pensamientos: El borde de un abismo. La sensación del vértigo y pesadez corporal no daba lugar al retroceso. De nuevo, la risa actuó como despertador antes de que se produjera el comienzo de la caída. 
El tacto sobre aquella pared transparente terminó por desequilibrar las neuronas. El lugar comenzó a agitarse, eclipsado por una única razón de existencia: El escape eterno ante una sombra que amenazaba. 
La vuelta del reloj de arena y el nacimiento de nubes de polvo que poco a poco, volvían a iniciar la pesadilla universal.

viernes, 27 de julio de 2012

Emulando a Truman Capote

Oyó sonidos provenientes del siguiente cuarto pero el vaso de whisky que se mecía de un lado a otro sobre la mano era su distracción.
Inclinó las palmas arrugadas contra el fuego, examinándolas línea por línea; un sentimiento le hacía dudar que fueran suyas: La culpa.
Una sombra atravesó la habitación. No hizo caso al dolor que sintió en aquel instante y se dejó caer en sueño después de tanta bebida. La extraña tranquilidad que envolvía al ambiente comenzó a disiparse entre recuerdos tristes.
El cuerpo acomodado frente a la chimenea se desmenuzaba sin reacción alguna: El torso comenzó a separarse de la cabeza. Las piernas quedaron ligeramente torcidas y los brazos diseccionados ya no sostenían el vaso.
El líquido rojizo poco a poco manchó a la alfombra, mientras el fuego se consumía entre aires putrefactos de una risa que proclamaba venganza.


martes, 10 de julio de 2012

sábado, 30 de junio de 2012

Prove yourself

The glass prison



-Ellos no quisieron cambiar. Me repugna el simple hecho de mirarlos a los ojos.
La libertad estaba al alcance de una respuesta, una combinación, una palabra que debía ser pronunciada. Hacían dibujos en las paredes, tachaban variantes, pensaban como sí mismos, como el otro; administraban la poca comida que les quedaba.

De vez en cuando sentían que no habían parpadeado durante horas enteras y, al volver en sí, una lágrima se les escapaba de los ojos que parecían blindados y con la mira única que no les permitía desviar la atención de otra cosa que no fuera el enigma de aquel cuerpo extraño; un cuadro difuminado que creían haber visto, una historia que había sido contada antes.

¿Se debería estar loco para entender tal significado? Un nuevo pensamiento, una nueva perspectiva.

Una gotera los sacaba de quicio y llegaron a mirarla con desprecio; al igual que el sonido lejano de los pájaros, oían que alguien pronunciaba su nombre aún sin siquiera recordarlo y, como un depredador, el eco los atormentaba en un constante rodeo sobre sus mentes. No quedaba mucho tiempo hasta perder la razón por completo.

-La gente hacía preguntas extrañas ¿y qué podía responder uno a eso? No tenemos oportunidad.

La tierra se les reía; la lluvia se apiadaba de lo que quedaba de ellos, desafiaba a la vieja construcción de piedra que los contenía y así, bañaba de a poco la carne sedienta, insatisfecha. La ecuación de sombras ahora era un mito, como todo a lo que habían temido. Esto era real. Cuanto más se acercaban a la respuesta, más alejados se notaban. Cada avance significaba un retroceso; cada pista, cada señal, costaba un precio.

Los puños del jefe golpearon una pared. Una idea enfermiza se hizo presente. El sudor marcó el hecho de que era el momento exacto para pronunciar la clave. -No quiero rastros, ¿oyó bien?

El ayudante dudó y se quedó observando unos segundos a las dos criaturas que se encontraban a lo lejos y hablaban entre ellas.
Cuando creyeron que lo habían resuelto, algo se requebrajó; un haz de rayos de luz paralelos cambió su dirección y forma corporal. Las pequeñas esperanzas y la débil euforia de la búsqueda se derrumbaron y eran ellos sobre sus pies, en una esquina y en otra; y todo el mundo, el universo en sí, reducido en cada una de las puntas de la prisión.

El instante fue testigo de la derrota: Dos hombres amenazaban del otro lado.

Ya no tendrían que verse la cara.

No seríamos su reflejo.



miércoles, 23 de mayo de 2012

Amar y dejar partir

Nosotros éramos de porcelana. Casas, pisos, muebles e incluso algunas plantas y animales. Todos los días, uno más en esta ciudad pequeña.
Yo sabía que había otras cosas a lo lejos, detrás de las montañas, más allá de las tierras conocidas, aún más lejos que las mismísimas nubes. Siempre escuchaba con atención los relatos de aquellos a los que llamábamos dioses y se lo contaba a mis compañeros que no hacían caso.
Una tarde me sorprendí observando lo que mi pequeño dios hacía. Era muy parecido a mis actividades, sólo que seis veces más enorme, o diez veces más enorme; no lo sé. Pasaba mañanas enteras viéndolo y balbuceaba palabras como si fuera a hablarle... pero no era así. Nunca lograría tomar el valor necesario.
Una noche lo hallé llorando. Recuerdo eso. Todos estaban como locos porque una de las calles principales se había inundado. La verdad era que me preocupé más por el niño. Al pobre hasta lo acusaban de haber estado lagrimeando sin dar cuenta dónde lo hacía. Fue allí cuando comprendí toda la carga que llevaba encima; y no sólo de nuestro mundo. Seguramente, muchos otros mundos más y hasta quién sabe lo que sucedía en su mundo.
Decidí volver a asomarme. Lo estuve vigilando por un tiempo pero la figura gigantesca no paraba de sollozar. Pude notarlo: sus manos, esas que nos formaron, se estaban deshaciendo. Él también era como nosotros... por dentro y fuera, frágil, de porcelana.
Hablé con mis pares. No sobraba intentar convencerlos a pesar de que yo no fuera nadie. Unos pocos aceptaron.
Viajamos hasta las montañas rápidamente; no teníamos mucho tiempo. Llegamos hasta el agujero de fuego que se hacía presente en las historias de los ancianos. Nos dejamos caer en el volcán y fundimos nuestros cuerpos.
Al día siguiente el niño amaneció entero y, en la tarde que acontecía, mis ojos parpadeaban como por primera vez.


domingo, 25 de marzo de 2012

Otoño (Un pájaro)

El huevo inexperto aceptó intercambiar futuras alas por un nido.
Al nacer le vendaron los ojos, negando la existencia de todo lo que no tuviera contacto con la tierra.
Sobre la espalda ahora carga las hojas que caen, una por una, como le indican los árboles.
Alguien tiene que limpiar el paisaje de otoño sin pensar en cielos, ¿no?
¿Cómo anhelar lo que no se imagina?
Mientras tanto el río desborda sus aguas enfurecido. Se pregunta por qué aquel ser no es como el resto de las bellas aves. Luego agrega que sería ridículo intentar enseñarle a volar; "ya es tarde".
Sigue el ciclo sin siquiera refrescarlo.

jueves, 23 de febrero de 2012

Otoño (Las hojas)

Como en todas las niñas de su edad, por fin el color de la pradera abandonó los cuerpos frágiles. Se tornaron morenos, escarlata o amarillentos y las articulaciones, completamente ruidosas.
Escaparon de su hogar e ingresaron a la gran fiesta que aguardaba. El silbido de un gorrión retumbaba por todo el lugar y ellas bailaron entre los brazos del viento hasta dejarse caer.
A lo lejos, los rayos se escondían detrás de la barba de una de las nubes y curioseaban el alboroto.
Más tarde un niño volvió a reunirlas en una especie de montaña y reía al revivir el sonido de aquella mañana de abril con sus pies.