sábado, 30 de junio de 2012

Prove yourself

The glass prison



-Ellos no quisieron cambiar. Me repugna el simple hecho de mirarlos a los ojos.
La libertad estaba al alcance de una respuesta, una combinación, una palabra que debía ser pronunciada. Hacían dibujos en las paredes, tachaban variantes, pensaban como sí mismos, como el otro; administraban la poca comida que les quedaba.

De vez en cuando sentían que no habían parpadeado durante horas enteras y, al volver en sí, una lágrima se les escapaba de los ojos que parecían blindados y con la mira única que no les permitía desviar la atención de otra cosa que no fuera el enigma de aquel cuerpo extraño; un cuadro difuminado que creían haber visto, una historia que había sido contada antes.

¿Se debería estar loco para entender tal significado? Un nuevo pensamiento, una nueva perspectiva.

Una gotera los sacaba de quicio y llegaron a mirarla con desprecio; al igual que el sonido lejano de los pájaros, oían que alguien pronunciaba su nombre aún sin siquiera recordarlo y, como un depredador, el eco los atormentaba en un constante rodeo sobre sus mentes. No quedaba mucho tiempo hasta perder la razón por completo.

-La gente hacía preguntas extrañas ¿y qué podía responder uno a eso? No tenemos oportunidad.

La tierra se les reía; la lluvia se apiadaba de lo que quedaba de ellos, desafiaba a la vieja construcción de piedra que los contenía y así, bañaba de a poco la carne sedienta, insatisfecha. La ecuación de sombras ahora era un mito, como todo a lo que habían temido. Esto era real. Cuanto más se acercaban a la respuesta, más alejados se notaban. Cada avance significaba un retroceso; cada pista, cada señal, costaba un precio.

Los puños del jefe golpearon una pared. Una idea enfermiza se hizo presente. El sudor marcó el hecho de que era el momento exacto para pronunciar la clave. -No quiero rastros, ¿oyó bien?

El ayudante dudó y se quedó observando unos segundos a las dos criaturas que se encontraban a lo lejos y hablaban entre ellas.
Cuando creyeron que lo habían resuelto, algo se requebrajó; un haz de rayos de luz paralelos cambió su dirección y forma corporal. Las pequeñas esperanzas y la débil euforia de la búsqueda se derrumbaron y eran ellos sobre sus pies, en una esquina y en otra; y todo el mundo, el universo en sí, reducido en cada una de las puntas de la prisión.

El instante fue testigo de la derrota: Dos hombres amenazaban del otro lado.

Ya no tendrían que verse la cara.

No seríamos su reflejo.



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