domingo, 9 de octubre de 2011

Führe Mich

"Destierro artificial"

Dos mechas, una vela. Dos almas en un solo corazón.

El vínculo que compartíamos mi hermano y yo era particular. Si uno se angustiaba, ambos llorábamos. Si alguno se hubiese lastimado, los dos habríamos sangrado.

Estábamos rodeados por un líquido mohoso que conformaba una especie de envoltura, el cual nos proporcionaba ciertas ventajas: de él nos alimentábamos como lo hacen los parásitos y, naturalmente, segregábamos nuestros desechos en éste, esperando a que fueran transportados hacia las afueras. También se podría decir que lo utilizábamos como una especie de fortaleza, convirtiéndolos en sus príncipes.
Desde nuestra concepción compartimos una misma “corona”. Ésta nos resultaba sumamente importante ya que era la encargada de bombear el líquido vital hacia el resto de nuestras extremidades; nos mantenía vivos… Y, a pesar de que la diosa nos considerara seres incapaces (aún) de lograr cualquier tipo de pensamiento lógico, nosotros sí teníamos noción de aquella situación que nos anudaba, oyendo con claridad todo lo que sucedía en nuestro alrededor.
Junto con el paso del tiempo fuimos formándonos, fortaleciéndonos. Ya éramos capaces de desplazarnos a lo largo de todo el lugar. Además provocábamos temblores en las paredes de nuestro palacio y, en consecuencia, podíamos notar sonidos que simulaban ser risas y manos divinas que intentaban acariciar nuestra cápsula.
Como en todo reinado, sólo podía haber un monarca. A un paso de la gloria, la lucha por el poder sembró discordia entre nosotros. Pero no importaba que tan fuertes fueran nuestras pretensiones, la decisión final no nos correspondía.
Sombras extranjeras nos estudiaban y nombraban algo así como una “ejecución cuidadosa”. Durante los días que siguieron a ese decreto, escaseó el alimento y el terror (acompañado por la duda) nos invadió. La depresión se incrementó cada vez más en todo el dominio (incluso en el exterior de nuestra tierra húmeda). Al parecer, el descontento provocó en nuestra deidad amada la negación de ingerir bocado.
Al fin de cuentas comprendimos que no se trataba del ser generosos o no; ninguno de los dos sobreviviría. Tampoco teníamos oportunidad alguna de realizar un contraataque, reencontrándonos en la desesperación. Algo nos aliviaba: la diosa se salvaría.
Así, esperamos pacientes el juicio… Las antorchas y los cuchillos estaban preparados para corromper nuestro escudo,  sin tener espadas que nos protegieran. Desterrándonos de nuestro trono; arrebatándonos la oportunidad de conocer el verdadero significado de estar vivos.

2 comentarios:

  1. Ahora entiendo por qué la pregunta de la bolsa!! Que, por cierto, no supe responder.
    Me gusta mucho cómo escribis, Lucy.
    Esta historia es como un molusco blanco que lentamente se va volviendo gris y termina en la oscuridad (?
    Seriamente, vos vas a entender a lo que me refiero.
    Te seguiré leyendo, y hasta la vista, blog de Lucy.

    ResponderEliminar
  2. Jajaja. Así que molusco, ah?
    Me alegro que te haya agradado la manera en la que escribo y gracias por leer n.n

    ResponderEliminar