lunes, 31 de octubre de 2011

Miedo a la oscuridad

(Luego de leer los textos sobre "Instrucciones" de Cortázar)

Cuántas veces nos hemos encontrado en nuestra habitación intentando combatir las madrugadas; las sábanas nos cubren hasta la garganta pero las extremidades de los pies están destapadas por el calor que nos sofoca. Tal vez, abrazamos una vieja almohada o apretamos con fuerza la tela que nos tapa.
Durante este tipo de noches, la oscuridad se torna asfixiante y el tamaño del cuarto se agiganta. El silencio toma de la mano al sonido y amenaza, haciendo que la más mínima interrupción sobresalte el cuerpo. Las puertas parecen disfrutar de bailar al compás de ráfagas de viento y cada tanto, golpean contra la pared. La soledad es inmensa, la indecisión sólo logra torturarnos y la mente se aprovecha para jugar trucos, helando la piel; induciendo el temor de realizar algún movimiento.
De nuevo, la apertura de la puerta. Todo parece ser desconocido. Podemos observar sin mucha distinción el pasillo. No muy lejos de él, el baño. Su puerta también está abierta y, en el fondo, un espejo. La horrorosa pesadilla sin sentido es alimentada por la imaginación.
De a poco realizamos leves desplazamientos, intentando entrar en razón. La necesidad de encender la luz... primero se destapa un pie. Al tocar el piso con éste y darnos cuenta de que nada ha sucedido, nos aliviamos (es seguro hacer lo mismo con el pie contrario). Inútilmente agrandamos los ojos y damos pequeños pasos (aún alertas) sin atrevernos a elevar demasiado el brazo ante aquella negrura que pareciera querer succionarnos.
Procurando rozar la pared, encontramos el botón deseado. Lo presionamos. Mientras el corazón incesante se calma, nos sentimos algo estúpidos por todo lo anterior aunque sabemos que no optaremos por volver a apagar la luz y todavía fijamos la desconfiada vista sobre algunos objetos, parpadeando disimuladamente hasta quedarnos dormidos.

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